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Hanna Karina Sandoval

Tradiciones Herméticas

Dejando una Adicción

vinoComencé a beber alcohol cuando tenía 13 años. Mi grupo de amigos tanto del colegio como del barrio comenzamos temprano. Para mí era algo conocido, en mi niñez recuerdo reuniones familiares donde abundaba el alcohol y estados alterados de conciencia, llegué a verlo como algo normal. Los excesos aumentaron en la época de la Universidad. Hoy doy las gracias porque fui protegida. En más de una ocasión me quedé dormida en taxis cuyos taxistas amables me despertaban cuando estaba a punto de llegar. Cuando sucedía algo extremo, reaccionaba y decidía bajar la cantidad, lo cual conseguía por un tiempo, podían pasar años y nuevamente llegaba a extremos lamentables. Afortunadamente siempre tuve amigos que literalmente me arrastraban hasta mi casa.

Las resacas eran de lo peor, me duraban mínimo dos días, y siempre decía ya no más. En la época en que tenía mi empresa tenía dos clientes que vendían vino; una Viña y el otro importador de vinos franceses, allí comenzó el amor por el vino. Aprendí de maridajes y era socialmente aceptado, además los estudios decían que tomar una copa de vino es bueno para la salud, pero la verdad, nunca tomé solamente una copa.

En más de una ocasión me pregunté ¿Por qué no puedo divertirme sin beber? En realidad sí era posible y también lo experimenté, pero la mayoría era más fuerte. Vengo de una familia con tendencias alcohólicas, tuve un abuelo a quien no conocí que bebía desde que amanecía y en más de una ocasión terminaba tirado en las calles del Callao, avergonzando a mi padre quien tenía que recogerlo.

¿En qué momento el ser humano dice basta? Puede ser por algo muy grande o por algo muy pequeño que rebalsa el vaso. Lo cierto es que en los últimos años el daño era mucho mayor, especialmente cuando tomas un camino espiritual, y esa ha sido la mayor de mis incoherencias en los últimos tiempos.

Para quien no lo sabe, entré al mundo de la meditación sacando capas de capas (y quedan muchas más), de mí misma. Comencé a aperturar conciencia y hacerme responsable de mis actos, intentando, en la medida de lo posible, a no ponerme en plan de víctima cuando algo me sucedía, porque entendí que somos absolutamente responsables de lo que nos sucede y que cosechamos lo que sembramos.

Comencé a experimentar paz, cosa que por mucho tiempo no vivía. La meditación me da paz, punto. Pero hay algo muy cierto, la paz es nuestro estado natural y debe acompañarnos las 24 horas del día, y eso no lo he conseguido… aún.

Pues bien, en mi camino espiritual conocí lo que son demonios, los he visto, me han asustando mucho porque ellos se alimentan de nuestros miedos, y cuando trascendí los miedos comencé a sentir a los ángeles, su presencia amorosa, sus aromas, sus mensajes. Cada vez que lograba algo, los guías comenzaron a ser más exigentes, pero siempre respetando mi libre albedrío.

El gran pedido que me hicieron fue “no desperdicies tu energía”. Como yo solía auto engañarme, hacía caso omiso, ya me iba dando cuenta a qué se referían, y comenzaron a mandar mensajes a través de otras personas que entraban en trance y luego no sabían lo que me habían dicho. Se referían a mi vida sexual. ¡Pero qué entrometidos!, pensaba.

Comencé a tomar conciencia de la importancia de la Kundalini, que no entendía muy bien qué era, y la verdad no les quería hacer mucho caso, pero cuando eso sucede y el plan es mayor, mi ser superior intervino y el universo conspiró para estar sola. En todo ese tiempo de soledad al fin comprendí lo que es la Kundalini, nuestra energía vital que nos permite crear vida, nuevos seres, pero también nuevas realidades. Comencé a darme cuenta cómo despertaba y aprendí a elevarla en mis meditaciones con resultados increíbles. Es una energía tan fuerte que asusta, y también comprendí que no volvería a tener pareja a menos que sepa usar esa energía correctamente y con amor.

Pasó el tiempo y mi disciplina con las meditaciones no mermó, pero tampoco mermó el consumo de alcohol. Comencé a darme cuenta cómo dañaba mi estómago, esófago, cuello, oídos, cerebro, hasta el punto de salir un tumor en mi cuello, aún así no dejaba el alcohol.

Pues dicen que en la vida hay límites, y finalmente llegó. Mi tumor desapareció cuando dejé de beber alcohol un tiempo, cerca de cinco meses y con ayuda de una nutricionista y otras terapias, pero volví a beber teniendo una de las peores borracheras de mi vida (Ver artículo Crónica de una Resaca Anunciada). Luego de ello no volví a beber a ese nivel pero de vez en cuando algo de vino o cerveza. Sentía lo mal que me hacía, mi cuerpo tenía la necesidad de expulsar las toxinas, sudaba por las noches, lo mismo sucedía cuando comía pescado, ya que no comía otro tipo de carne.

Pude darme cuenta que la Kundalini se estancó en mi cuello, generándome mucho dolor y malestar. Este año que ha comenzado recibí la indicación de los guías que no quería escuchar, que debo dejar la bebida. Y como saben que a veces no me la creo, el mensaje fue dado por otros canales y señales. En el camino que he emprendido, dada mi misión, ya no puedo beber ni comer ningún tipo de carne. Con esto no quiero decir que todos deban hacer lo mismo, lo que quiero transmitir es que debemos escuchar a nuestro cuerpo, que nos habla constantemente y lo único que hacemos es ignorarlo. Hay personas que requerirán consumir carnes, otras ya no, en mi caso simplemente ya no puedo, y no hay cosa que me haga más daño que los preservantes y saborizantes, de hecho el vino me hace más daño por el preservante que por el alcohol.

El mensaje fue tan contundente que el fin de semana pasado salí con viejos amigos quienes me hicieron recordar extremos con la bebida que yo no recordaba, por ejemplo las veces en que fui expulsada de lugares, una vez en una discoteca, otra vez en un karaoke.

El día de hoy viernes 16 de enero de 2015, tres amigos me anuncian que van a dejar sus adicciones, entre alcohol, marihuana y otras cosas que no conozco. Así que les dije, hermanos, estoy con ustedes, emprendamos esta aventura al unísono.

Es así mis amigos y hermanos, que emprendo una nueva vida con mayor conciencia. Las experiencias extremas son aperturadores de conciencia y nosotros decidimos si permanecemos en el campo mórfico o damos un nuevo paso. Ya les contaré como me va con la Kundalini.

Mucho amor.