En el momento fugaz de oscuridad total, cuando el sol y la luna danzaron su vals celestial, algo imperceptible se desvaneció en el aire, llevándose consigo lo que cumplió su ciclo en un instante.
La luz regresó, tímida al principio, revelando un mundo que parecía el mismo, pero en los ojos de quienes lo presenciaron, un brillo nuevo, un destello inexplorado.
Se fue la prisa, la ansiedad constante, quedó el asombro por lo importante: el abrazo cálido, la risa sincera, la belleza simple de la primavera.
Aprendimos a buscar maravillas en lo cotidiano y lo profundo. El eclipse se llevó la ceguera del día a día, y nos dejó con una renovada perspectiva.
Ahora caminamos con pasos más lentos, apreciando cada momento. La vida es frágil y breve, como la sombra que sobre nosotros llueve.
En este mundo post-eclipse, renacido, valoramos el silencio, el tiempo compartido. Pues aunque el astro rey volvió a brillar, algo en nosotros cambió, para jamás regresar.
Más historias
Revolución de la Consciencia
Mi amigo el Ángel la Muerte
Eclipse del 2 de Octubre