Voy a comenzar este artículo con una frase de un rabino maestro de Kabbalah que escuché el día de ayer: “El cuerpo actúa como un verdugo para el alma”. Sin duda una frase muy fuerte pero real. Es lo que ocurre cuando nuestra alma está totalmente desconectada del cuerpo. Hay que recordar que el cuerpo es el vehículo del alma y ésta lo requiere para actuar en este plano, porque naturalmente somos espíritu, el cual requiere del alma, que a su vez requiere del cuerpo.
Desde niños vamos perdiendo la conexión natural del cuerpo con el alma con los sistemas de creencias limitantes, se nos inculcan cosas que “debemos hacer” a pesar de que ello no resuene con nuestro corazón. La mente paporretea la orden y la aceptamos como una verdad absoluta, y eso abarca la religión, la cultura, la sociedad, la educación, la economía, etc. Sé que es reiterativo y masticado decir que los sistemas de creencias están derrumbándose para crear otros que en su momento volverán a ser derrumbados, puesto que nada está quieto, todo está en constante transformación y la materia no se destruye, ya sabemos eso.
En este camino de búsquedas externas, nos volvimos hasta fanáticos al tener tan arraigados los sistemas de creencias, y al Universo no le quedaba otra que mandarnos menudas avalanchas para que hagamos un alto y dejemos de ir en contra de lo nuevo y dejemos lo viejo. Hemos defendido nuestras creencias al punto que hasta nos han ocasionado peleas, alejamientos, enfermedades, crisis, etc., creyéndonos dueños de la verdad, y que si bien nos íbamos despojando de capas que nos moldearon de acuerdo a nuestras herencias, miedos, limitaciones, etc., simplemente cambiamos de armadura en vez de desnudarnos, que es nuestro natural estado. Probablemente la nueva armadura sea más sutil, pero armadura a fin de cuentas.
Pues solo volveremos al “Jardín del Edén” desnudos como vinimos al mundo, en total transparencia con nosotros mismos y con el resto, porque cabe resaltar que las mentiras más profundas son las que nos decimos a nosotros mismos cuando aceptamos situaciones que no nos gustan pero nos resignamos por miedo al rechazo, al qué dirán o simplemente porque no van de acuerdo a la autoimagen que nos impusimos.
En los últimos tiempos he estudiado mucho y pasé por diversas ideologías, grupos y doctrinas que resonaron en su momento con mi corazón, que fueron necesarios para mi proceso evolutivo, es así que si hoy no van de acuerdo a mi actual realidad, no repudio aquellos caminos que me llevaron a pisar lo que hoy estoy pisando. He criticado otros caminos juzgándolos cuando cada individuo debe transitar por lo que le corresponda, el punto es que todo esto comenzó a llevarme por la dualidad y la falta de paz.
Finalmente cuando me dije a mi misma: “Voy a respetar mi propio proceso evolutivo, respetando la verdad de mi corazón, así esté equivocada”, la paz volvió a mi. En esta búsqueda de la transcendencia nos perdemos en el camino literalmente cuando nos olvidamos que no es importante la meta sino las pisadas que damos. Nos empecinamos en conectar con el cielo, llegar a tener experiencias de éxtasis espiritual, des-anclándonos totalmente de la Tierra, queriendo esquivar karmas sin obtener el aprendizaje necesario. El karma está allí para que lo transcendamos una vez que aprendamos la lección. Sin embargo, cuando nos enfermamos damos el poder al terapeuta o médico cuando la sanación depende exclusivamente de uno mismo al ser uno mismo quien creó la situación, ya sea reprimiendo y estancando emociones o haciendo oídos sordos al alma, y este ejemplo se da en todos los aspectos de la vida. Buscamos de todo afuera para estar en paz y nos volvemos expertos en no enfrentar el karma para evadir el dolor o seguir en plan de víctimas, cuando es la vida misma la que a través de las situaciones que nos presenta, lo que busca es que trascendamos los karmas, que es lo que nos falta aprender, para ir a un nuevo nivel de experiencia.
En la entrada anterior hablé de la diferencia entre “conciencia” y “consciencia”, y que ser “conscientes” es a través de la experiencia que nos ofrece la vida. La sabiduría no se obtiene mediante el intelecto únicamente sino a través del aprendizaje que nos da la experiencia. Y puedo remontarme a la época de la Atlántida cuando los vigilantes se involucraron con las mujeres y transmitieron conocimientos de muy alta consciencia, de dimensiones superiores a sus hijos a pesar de que no tenían ese nivel de consciencia con “s”. Y cuando eso sucede podemos entender con el intelecto pero no somos realmente conscientes.
Y es así que la última madrugada, luego de una intensa batalla conmigo misma, concluí que estaba totalmente confundida y que eso no me estaba dando paz. Si bien no dejo de estudiar e investigar, porque me parece fascinante, siempre confiaré plenamente en mi corazón sin ceder mi poder a nadie, ni siquiera a los más reconocidos sabios de cualquier religión, vocero new age, gurú, etc., porque dejo de ser fiel a mi misma, y cada uno de nosotros tiene una gran sabiduría en el interior. Eso es respetar nuestro propio proceso, de lo contrario en algún momento nos tocará retroceder o caer de manera calamitosa porque astutamente quisimos saltar pruebas.
Si me preguntan cuál es mi objetivo espiritual, diría que volver al Árbol de la Vida, y si bien me interesa muchísimo el estudio de la Kabbalah, respeto todo aquello que no resuena con mi corazón. Me queda claro que no hay que saltar procesos, que hay cosas que hay que vivirlas plenamente en la vida a través de los tres primeros chakras, como por ejemplo la compasión que se obtiene cuando se comprende el proceso de otros sin juzgarlos, lo que se logra únicamente cuando nos ha tocado vivir experiencias y no por teorías.
Es verdad que debemos volvernos lo más neutrales posibles para trascender la dualidad, pero eso debe ser genuino y no “porque así debe ser”, eso nos lleva a la incoherencia con nosotros mismos. En este momento de mi vida el Universo me está juntando con personas muy espirituales pero con serios problemas de anclaje y prosperidad, y por otro lado personas mundanas que gozan de prosperidad pero que sin embargo se están enfermando por llevar una vida “apropiada y socialmente aceptable” pero haciendo caso omiso a sus pobres almas que ya no saben qué mas hacer enfermando el cuerpo físico y viviendo en el caos. Pienso que en ambos casos hay desequilibrio por igual, y he estado en ambas polaridades y en ninguna me he sentido del todo bien.
Esta palabra “desnudarse” es tan simple pero tan profunda a la vez, es dejar ver todas tus vulnerabilidades, despojarte de todas las armaduras y mostrarse al mundo tal cual somos. No es fácil, claro está, porque hay cosas muy arraigadas que no aflorarán hasta que llegue el momento oportuno, porque sí es cierto que la vida no nos pondrá una prueba que no podamos pasar, esa también es una regla del juego a nuestro favor. La vida misma es un regalo y está bien buscar la sanación física y espiritual, pero si no trascendemos el aprendizaje, no pasaremos al siguiente nivel por más estudios que tengamos, por más cortes que hagamos con algún maestro reiki. Ahora bien, estudiar nos ayuda a comprender con mayor neutralidad las vicisitudes de la vida, pero eso no quiere decir que tengamos que esquivarlo, sino lo importante es cómo afrontamos las situaciones.
Cada uno elegirá su propio camino; algunos deberán pasar por experiencias de adicciones, chamanes, ayahuasca, new age, yoga, tantra, masonería, meditación trascendental, canalizaciones, etc., cada camino es el correcto para quien decida transitarlo, lo importante es seguir siendo uno mismo, y si nos perdemos en el camino, es también parte de la experiencia que nos toca vivir.
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